El cáncer de mama es una enfermedad especialmente influenciada por la alimentación, el nivel de actividad física y el tejido adiposo. Por ello, ante un nuevo diagnóstico, profesionales y pacientes tendemos a focalizar la atención sobre estas áreas en un intento de cuidarlas para proteger la salud. Pero, ¿puede esta preocupación por el estilo de vida y la corporalidad desembocar en un mayor riesgo de trastorno de la conducta alimentaria?
Las personas diagnosticadas de cáncer de mama tienen un mayor riesgo de desarrollar un trastorno de la alimentación
La preocupación compartida por el estilo de vida, el habitual deterioro de la autoimagen y la sensación de no tener el control sobre lo que ocurre en el propio cuerpo hacen que las personas con historia de cáncer de mama tengan un mayor riesgo de desarrollar un trastorno de la conducta alimentaria.
La preocupación por la alimentación y el ejercicio físico
Ante un nuevo diagnóstico de cáncer de mama, la preocupación por el estilo de vida que comparten profesionales y pacientes nace del indiscutible nexo que existe entre el mantenimiento de hábitos saludables y una mejor recuperación, pronóstico y control de la enfermedad a corto, medio y largo plazo.
La importancia que se le otorga al estilo de vida en el manejo de la enfermedad es tal que la persona, temerosa por su vida y bienestar, siente que, si no asume de forma rigurosa y sin excepción alguno de sus compromisos con la alimentación, el ejercicio físico y el mantenimiento de un bajo porcentaje de grasa corporal, su vida correrá un peligro real e inminente.
En consecuencia, la persona que se ha visto obligada a convivir con el cáncer tiende, animada por su profesional de cabecera, a adoptar un rígido patrón de alimentación y una estricta dinámica de ejercicio físico que, posiblemente, desemboquen en miedo a comer, mayor sufrimiento, tendencia al aislamiento, pérdida de experiencias agradables, pensamientos obsesivos, conductas alimentarias compulsivas y sentimientos de frustración y desesperación.
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El deterioro de la autoimagen y autoestima
En algunos casos, los tratamientos encaminados a la curación de la enfermedad atentan directamente sobre la autoimagen de la persona que la padece (alopecia asociada a la quimioterapia, mastectomía…) y deterioran su grado de autoestima.
En consecuencia, en un intento de incrementar la satisfacción corporal y la estima asociada, la persona afectada podría perseguir sin límites, a través de la alimentación y el ejercicio físico, la construcción de una imagen corporal estereotípica e idílica que se percibe como anclaje de aceptación, atractivo sexual, estima y perfección.
La necesidad de sentir control sobre el propio cuerpo
El diagnóstico de una nueva enfermedad, más cuando esta es grave, nos reconecta con la idea de que no tenemos el control absoluto ni sobre nuestra vida ni sobre nuestro cuerpo. De este modo, en un intento de incrementar la sensación de control, la persona afectada podría intentar modificar (controlar) su imagen corporal a través del ejercicio físico y la alimentación para sentir un mayor nivel de control sobre su vida (restricción, atracón, purga…).
Recomendaciones para abordar el estilo de vida y la propia corporalidad desde el cuidado de la salud
Indudablemente, cuidar del estilo de vida a favor de la recuperación de un proceso de cáncer es crucial. Sin embargo, convendría incluir una serie de recomendaciones en aras de proteger a las personas que conviven con el cáncer de mama de un posible trastorno de la alimentación:
- Ser precisos y justos en las recomendaciones, evitando el sobredimensionamiento y el alarmismo alrededor de acciones puntuales.
- Mostrar atención y preocupación por la tendencia y no sobre los hechos ocasionales que ocurren alrededor de la alimentación y el ejercicio físico.
- Promover el uso de la alimentación y el ejercicio físico como elemento de disfrute y no sólo como mecanismo de control del cuerpo y la enfermedad.
- Flexibilizar las pautas una vez alcanzado el periodo de remisión, razonando sobre por qué no es necesario el mantenimiento de reglas rígidas y aclarando que eso no pone su vida en peligro.
- Evitar deshumanizar las recomendaciones a favor del control del cáncer, procurando siempre el bienestar físico, mental y social de la persona afectada.
- Recordar y reforzar la idea de que existe un componente genético-ambiental que no podemos controlar ni suplir.
- Ahondar en la idea de que la valía personal y el atractivo sexual son independientes a la imagen corporal y, si es necesario, favorecer, fomentar y facilitar la búsqueda de psicoterapia.
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Referencias bibliográficas
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