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La Sustancia: aceptarse o morir

¿Alguna vez has soñado con una mejor versión de ti? Así comienza La Sustancia, un incómodo relato protagonizado por Demi Moore sobre la corporalidad del éxito, la no-aceptación de quien se es y el rechazo al paso del tiempo.

El film, y este artículo, te invita a reflexionar sobre las siguientes cuestiones: ¿Tiene el éxito una estética determinada? ¿La presión corporal incide sobre todas las personas por igual? ¿Por qué perseguimos el ideal de belleza con tanto empeño? ¿Hasta dónde seríamos capaces de llegar para conseguirlo? ¿Acaso se puede esquivar la propia naturaleza de quien se es y del paso del tiempo? ¿Aceptarse o morir?

El éxito y la [auto]validación a través del cuerpo

Las sociedades modernas siempre le han otorgado un valor moral a lo corpóreo, aunque el cuerpo del éxito (el que teóricamente representa el bien, lo bueno, la perfección…) no se ha mantenido estable a lo largo del tiempo, sino que ha estado estrechamente vinculado a la creencia del sacrificio como virtud. Este vínculo nace y se sostiene en la fuerte influencia que tienen el judaísmo, el cristianismo y el islam sobre el pensamiento social, y su manifestación a través de lo corpóreo se explica porque nuestro cuerpo es lo único visible para los demás.

En la sociedad occidental, en lo corpóreo, el bien está representado por la delgadez y la apariencia de juventud porque son los atributos difíciles de alcanzar -sacrificio- en una sociedad con absoluta disponibilidad de alimentos, con escasas oportunidades de movimiento y que cada vez está más envejecida. Así, de forma tan automática como errónea, a quien lo consigue, a primera vista, se le atribuyen toda una serie de valores positivos que, merecidos o no, reales o no, le acompañarán mientras siga manteniendo ese cuerpo del éxito pero que, quizás, le serán arrebatados si no consigue mantenerse en él.

Actualmente, existen infinidad de intereses culturales (la perpetuación de las clases o la hegemonía del hombre blanco heterosexual), políticos (el control social) y económicos (la rentabilidad de las industrias de la estética, la cosmética y el adelgazamiento) que sostienen y perpetúan comportamientos, conductas y campañas que promueven la transmisión del vínculo delgadez-juventud-virtud para que lo tomemos como propio y lo busquemos. Nos han hecho creer que nuestro valor sita en nuestro aspecto porque los intereses descritos sólo estarán satisfechos mientras estemos obcecados en conseguir un aspecto virtuoso y, al mismo tiempo, desatendamos lo esencial.

Nos han hecho creer que nuestro valor sita en nuestro aspecto, así que nos obcecamos en conseguir un aspecto virtuoso mientras desatendamos lo esencial.

La sustancia, ¿dispuestas a todo a cambio del cuerpo perfecto?

La sociedad se empeña en hacernos creer que nuestro valor radica en nuestro aspecto y que sólo logrando un cuerpo perfecto obtendremos éxito, validación, reconocimiento, atracción, poder y seguridad, entre otro sinfín de valores positivos que se le atribuyen única y exclusivamente a los cuerpos jóvenes y esbeltos. Esta creencia coge fuerza cuando escuchamos críticas sobre nuestra compañera de trabajo por estar gorda o vieja, cuando sistemáticamente encontramos estéticas estereotipadas en puestos de dirección o cuando estando enfermos nos preocupa más nuestra apariencia (caída del cabello, cicatrices, amputación…) que nuestro estado de salud.

Saber más: Estética de la salud: ¿cómo se ve un cuerpo saludable?

Por tanto, cabe esperar que, como resultado de una sociedad que aparentemente nos lee y prevé a través de nuestro cuerpo, en mayor o menor medida, todas las personas tendamos a olvidarnos de lo que realmente importa para centrarnos en alcanzar el cuerpo del éxito, aun si eso, tal y como se representa con crudeza en La Sustancia, supone sufrimiento, dolor, cicatrices, invalidez e, incluso, muerte. Tendemos a posicionar la corporalidad por encima de todas las cosas porque, quizás, ser invisibles para la sociedad nos duela más. No nos importa el cuerpo en sí, sino lo que diariamente, de forma tan sutil como directa, nos dicen que significa.

No nos importa el cuerpo en sí, sino lo que diariamente, de forma tan sutil como directa, nos dicen que significa.

Modificar el cuerpo para sentir seguridad, ¡mentira!

El valor que le hemos otorgado al aspecto dentro de nuestro auto concepto es tal que, modificar nuestra apariencia para que se asemeje a la estética perfecta se ha convertido, aparentemente, en nuestra principal herramienta hacia una mayor auto validación, autoestima y autoconfianza. Pero, la realidad es que, como deja ver La Sustancia a través de una Demi Moore cada vez más destruida, ocurre justo lo contrario a lo esperado; cuantos más cambios físicos hacemos, mayor es el grado de insatisfacción, menor la autoconfianza y mayor la tendencia al aislamiento.

Así, la voluntad de modificar la corporalidad de forma reiterada, compulsiva y sin límites es más un síntoma de inseguridad y baja autoestima que una herramienta para incrementarlas. De hecho, la búsqueda incansable por la belleza social bajo el precepto de lograr y sostener la validación y el éxito no hace más que deteriorar el grado en que confiamos y nos damos valor a nosotros/as mismos/as. Esto ocurre porque colocamos toda nuestra valía personal en algo frágil y externo como lo es una apariencia que es tan difícil de lograr como de sostener; la evolución de la corporalidad sigue un curso natural que es contrario al que nos gustaría, así que, cuando luchamos contra ella para mantener la valía que le hemos asignado, vivimos permanentemente bajo la sombra de poder perderlo todo en cualquier momento.

La voluntad de modificar la corporalidad de forma reiterada, compulsiva y sin límites es más un síntoma de inseguridad y baja autoestima que una herramienta para incrementarlas.

Al mismo tiempo, mientras nos obcecamos con lograr y sostener el cuerpo perfecto, desatendemos nuestra esencia (intelecto, habilidades sociales, autoconocimiento…) y, en consecuencia, comenzamos a experimentar una serie de hitos negativos que funcionan como una profecía auto cumplida que refuerza la idea de que nuestro valor radica en nuestro aspecto. Nuestra autoconfianza se merma al creer que nuestro cuerpo, al que le hemos colocado todo nuestro valor, ya no es suficiente para ofrecernos éxito. Sin embargo, en realidad, el fracaso es atribuible al descuido de lo esencial.

La sustancia: la permanente guerra entre el superyó y el ello

La Sustancia también muestra la insoportable, hipócrita y eterna lucha entre el personaje y la persona, la copia y la matriz, lo que se es y lo que conviene ser, los valores propios y los del resto, la esencia y el aspecto, el superyó y el ello:

  • Juzgamos y criticamos el cuidado del aspecto, pero lo perseguimos.
  • Queremos desvincularnos de lo estético sin éxito.
  • Promulgamos el valor de lo esencial sin ser capaces de desarraigarnos de la búsqueda del cuerpo perfecto.
  • Rechazamos la esclavitud de la apariencia perfecta, aunque la procuramos porque nos conviene.
  • La sociedad nos incita y nos advierte de lo estético, nos descuida y nos intenta proteger al mismo tiempo.

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¿Aceptarse o morir? La irremediabilidad de quien se es y del paso del tiempo

No importa lo que nos hagan creer, pues la realidad es que, para todos y todas, es imposible huir de quien se es y evitar el paso del tiempo. Nos guste o no, nuestra única opción viable es aceptar la irremediabilidad de nuestro ser y del envejecimiento porque la alternativa es morir viviendo:

  • Sufriremos intentando alcanzar una utopía
  • Dejaremos de vivir experiencias por miedo
  • Nos descuidaremos a favor de lo estético
  • Nos aislarán o nos aislaremos
  • Moriremos, vivos o muertos

¿Aceptarse o morir? ¿Are you sure?