Los trastornos de la conducta alimentaria (anorexia nerviosa, bulimia nerviosa, trastorno por atracón, entre otros) constituyen un conjunto de alteraciones psicológicas que generan actitudes, comportamientos y estrategias alimentarias disfuncionales que implican una alteración en el consumo o en la absorción de alimentos.
Los trastornos de la conducta alimentaria no pueden definirse como un estado de narcisismo exagerado. ¡Dejémonos de banalidades absurdas!
Los trastornos de la conducta alimentaria suponen abandonar la vida
En términos generales, se caracterizan por una preocupación exagerada por el peso y la imagen corporal, que puede llegar a convertirse en el foco principal de la vida cotidiana.
Quién lo padece, de manera inconsciente y bajo un estado de sufrimiento no manifiesto, acaba abandonando todas las áreas de la vida diaria no relacionadas con los comportamientos que implica su trastorno.
Quién lo padece abandona su vida por resultar incompatible con los comportamientos que implica su trastorno.
Un trastorno mortal
Por tanto, se entiende que los trastornos de la conducta alimentaria constituyen un grave problema de salud con importantes repercusiones en el desarrollo biológico, psicológico, social y familiar de las personas que los padecen. Así, suponen tal amenaza para el bienestar del/a sujeto que pueden llevarle a la muerte.
Un cuerpo sobrevalorado
Pese a que el primer diagnóstico de TCA se hizo en 1695, en la última década su incidencia ha aumentado de forma exponencial. Esto se debe a la presencia de una sociedad donde la delgadez está cada vez más sobrevalorada, relacionándola positivamente con el éxito, la felicidad, la inteligencia, la belleza y el atractivo sexual.
Es importante destacar que la importancia que se le ha otorgado al cuerpo como eje de nuestra vida es tal, que la preocupación obsesiva por él existe incluso cuando se asemeja al estereotipo de belleza impuesto; hemos llegado a tal punto que cuando no nos encontramos en el estado de plenitud y bienestar óptimos, ni siquiera nos molestamos en encontrar el origen. En ese punto, directamente colocamos al cuerpo como principal responsable y actuamos sobre él. Puesto que no es responsable, o al menos no el único, el problema persistirá independientemente de lo que hagamos sobre él. Ya iniciada la enfermedad, no podemos llegar a la conclusión de que no es el responsable, y cada vez actuaremos con mayor agresividad sobre él.
Hemos colocado al cuerpo como responsable principal de nuestra insatisfacción y actuamos sin criterio sobre él.
Trastornos de la conducta alimentaria y presión social
Puesto que el éxito, la felicidad, la inteligencia, la belleza y el atractivo sexual son estados que todxs perseguimos, cuando se tiene un cuerpo cuya naturaleza biogenética es diferente al estereotipo de belleza que nuestra sociedad impone como peaje necesario para alcanzarlos, la presión por conseguir tal forma corporal es ineludible. La persona acaba recurriendo a comportamientos nocivos porque la preocupación por el peso y la imagen corporal pasa a ser constante y la necesidad de cambio se hace insoportable.
La presión social es ineludible. La preocupación por la imagen corporal se hace constante. La necesidad de cambiarlo se hace insoportable y se acaba recurriendo a comportamientos nocivos.
Los trastornos de la conducta no son exclusivos ni de mujeres ni de adolescentes
Por otro lado, es imprescindible remarcar que, lejos de lo que se pueda pensar, no constituyen un trastorno exclusivo de mujeres ni de adolescentes. De hecho, cada vez son más los hombres y las personas no adolescentes que los padecen. La presión social por la delgadez impuesta es tal que, actualmente, no hay grupos exentos de padecer este tipo de trastornos. De hecho, un estudio que publiqué en 2018 reveló una elevada prevalencia de TCAs en varones que practican deportes de equipo, un colectivo que hasta ahora se pensaba fuera de los grupos de riesgo.
Actualmente no hay grupos exentos de padecer este tipo de trastornos.
Prevención primaria y detección precoz
Como se puede observar, son trastornos que constituyen un grave problema de salud que nos puede afectar a todxs y del que todxs somos responsables. La buena noticia es que pueden prevenirse y curarse.
En este sentido, aunque la parte de la curación le corresponde a lxs profesionales especialistas en ello, todxs podemos y debemos unirnos a la batalla. Nuestra principal responsabilidad radica en la prevención y detección de casos potenciales. Para ello, aplicar los siguientes puntos sería muy positivo:
1. Acéptate y promueve la aceptación de cualquier imagen corporal. La diversidad no debería tener consecuencias.
2. Sé criticx con el mensaje de belleza actual. Huye de campañas y productos que lo promuevan. Rechaza públicamente estos mensajes. Tu imagen no vale más que tu vida.
3. Crea y difunde un nuevo mensaje social que no resulte perjudicial para la salud de nadie. Si conseguimos una sociedad libre y feliz, nos beneficiamos todos.
4. Valora a las personas de tu alrededor por sus esfuerzos y no por sus resultados. Esto impedirá estados de insatisfacción injustificados.
5. Deja de halagar o reprender a las personas en base a su imagen corporal. ¡Basta ya! ¡Somos mucho más que un cuerpo! Y sobre todo, ¡Nunca sabes la historia que hay detrás de cada imagen ni cuál será el impacto de tus palabras!
6. Evita utilizar la báscula de manera recurrente. Promueve una conducta obsesiva y un comportamiento enfocado hacia el peso corporal.
7. Sensibilízate con los signos de alarma y, si detectas algún caso potencial, solicita la ayuda de profesionales: pérdida o aumento de peso injustificado, insatisfacción corporal constante, preocupación excesiva por la comida y preferencia por comer en soledad, asistencia habitual al baño después de las comidas, disminución de las relaciones sociales con tendencia al aislamiento, cambios de humor frecuentes, práctica de actividad física excesiva e intentos continuados de esconder el cuerpo bajo ropa holgada.
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