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Hacer dieta

“Hacer dieta”, un absurdo factor de riesgo

“Ponerse a dieta” es una constante en la mayoría de las personas durante la Historia reciente del mundo occidental. Pero, ¿es un comportamiento exento de riesgo? La ciencia y la experiencia nos confirman que, no sólo es una conducta absurda, sino que “hacer dieta” constituye un importante factor de riesgo para la salud metabólica, cardiovascular y mental.

Es inútil “hacer dieta” para perder peso

Coloquialmente, entendemos “hacer dieta” como aquel comportamiento alimentario basado en el control y la restricción de la ingesta de alimentos. Generalmente, quienes lo llevan a cabo lo hacen con el objetivo de perder peso, con independencia de cuál sea su estado de salud y hacia qué nivel de salud le vaya a llevar su comportamiento.

Sin embargo, la evidencia científica nos dice que el el 95% de las personas que se someten a una dieta restrictiva recuperan el peso perdido en un plazo inferior a 2 años, independientemente de cuál sea el mecanismo por el cual se aplicó la restricción. Esta re-ganancia de peso se sostiene sobre tres ejes: la compulsividad hacia lo escaso y prohibido, el desencaje cultural y la adaptación metabólica secundaria.

Busseto et al. (2021), en una revisión bibliográfica publicada en la European Journal of Internal Medicine, concluyen que el incremento de la ingesta abusiva de alimentos que surge tras un periodo prolongado de restricción no sólo se explica por mecanismos psicológicos, sino que responde a un cambio adaptativo en el entorno hormonal. El organismo, al interpretar la deprivación de alimentos como una amenaza para la vida, reduce la liberación de hormonas anorexígenas (las que reducen el apetito) e incrementa la síntesis de orexígenos (estimuladores del apetito). A ello, Van Baak y Mariman (2023), en una revisión publicada en la revista Nature Reviews Endocrinology, añaden la memoria obesogénica de los adipocitos y otros mecanismos inmuno-inflamatorios.

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“Hacer dieta” como factor de riesgo cardiovascular

Es común que las personas se decidan a “hacer dieta” con la idea de obtener una mejor salud a través de la pérdida de peso. Al aceptar esta hipótesis, estamos errando en dos puntos: al dar por hecho la pérdida de peso como consecuencia de la deprivación energética y al pensar que la pérdida de peso siempre trae consigo salud.

La evidencia científica nos dice que los ciclos de pérdida y re-ganancia de peso, esperables si tenemos en cuenta los datos del apartado anterior, tienen un peor impacto sobre la salud que el hecho de mantener un peso elevado a lo largo del tiempo. En este sentido, un estudio observacional llevado a cabo con 6.748.773 personas en Corea, encontró que una mayor variabilidad en los parámetros de peso, tensión arterial, glucemia y colesterol, se asociaba con un mayor riesgo de muerte. Este riesgo fue más alto cuanto mayor lo fue el número de parámetros inestables y su variabilidad.

La deprivación alimentaria estanca la actividad metabólica

“Hacer dieta” resulta en una adaptación de la tasa metabólica con un objetivo de supervivencia; el organismo percibe que no le estamos dando la energía y los nutrientes necesarios para que puede vivir y funcionar correctamente, por lo que prescinde de lo que, a corto plazo, no es vital y enlentece su funcionamiento interno.

Este hecho no sólo determina el fracaso de las dietas para perder peso, sino que se traduce en un deterioro de funciones tan importantes como la inmunidad, el ciclo sexual o el funcionamiento del cerebro. De un modo gráfico, consideremos que la consecuencia final de la anorexia nerviosa, la cual es posiblemente la máxima representación de la inanición, es la muerte por el fracaso de los procesos metabólicos, entre otros. Antes, la persona afectada, suele mostrar signos clínicos de inmunodepresión, pierde su capacidad reproductiva y expresa claramente un deterioro de los procesos de pensamiento.

“Hacer dieta” actúa como tapón salud mental

La deprivación alimentaria empeora el estado de ánimo, actuando así como un elemento favorecedor de los estados ansioso-depresivos. Además, algunas investigaciones sugieren que las dietas restrictivas incrementan la impulsividad, favorecen conductas agresivas, deterioran el patrón de sueño y perjudican los procesos de pensamiento.

En la misma línea, sabemos que “hacer dieta” constituye el principal factor de riesgo frente a los trastornos de la conducta alimentaria (TCA). De hecho, el 85% de las personas con diagnóstico de TCA manifiesta haber incurrido en alguna dieta restrictiva a lo largo de su vida como respuesta a la insatisfacción con su propio cuerpo.

La ciencia y la experiencia nos confirman que, no sólo es una conducta absurda, sino que “hacer dieta” constituye un importante factor de riesgo para la salud metabólica, cardiovascular y mental.

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