Reconstruir una buena relación con la comida cuando se ha perdido es un hito deseable a favor de la salud. Sin embargo, al mejorar la relación con la comida pueden reactivarse adicciones del pasado o exacerbarse las que continúan vigentes. A continuación, te cuento a qué se debe este fenómeno y cómo podríamos evitarlo.
La comida como regulador emocional
La comida es una de las herramientas más potentes para regular emociones por su capacidad para estimular el sistema de recompensa. De hecho, se le atribuye una acción dual: puede activarnos cuando nos sentimos tristes y desactivarnos cuando estamos ansiosos. No obstante, ni todos los alimentos tienen la misma potencia ni todas las personas necesitan recurrir a estímulos tan fuertes.
Los alimentos con mayor capacidad para producir recompensa y placer son aquellos que combinan azúcar, grasa y sal (bollería, pizzas, hamburguesas, helados…) y las personas que más los necesitan son aquellas cuya biografía, contexto y personalidad les atribuye una menor tolerancia al malestar, mayor resistencia a la dopamina (hormona que proporciona recompensa y placer) y/o ausencia de otros recursos de gestión emocional eficaz.
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La capacidad de estos alimentos para regular las emociones es tal que la historia suele terminar en una relación de dependencia; el umbral de la dopamina asciende, el resto de reguladores se hacen inútiles por su menor potencia y la persona sólo es capaz de sentir satisfacción a través de la comida. A ello, se suma el valor de lo prohibido; el fervor social por demonizar estos alimentos multiplica su poder recompensatorio.
En este punto, puede observarse una conducta alimentaria que pone en jaque la salud física y mental, por lo que resulta imprescindible intervenir para mejorar la relación con los alimentos. Pero, ¡ojo! La comida podría estar ejerciendo una función que, de no ser revisada y gestionada, generaría problemas de mayor índole.
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Si la comida se va, los monstruos puede que vuelvan
En línea con la historia de vida y el contexto presente, la comida podría estar generando la seguridad que nunca se tuvo o la satisfacción vital que no se tiene. También podría estar bloqueando una historia traumática que no se es capaz de revisar. O sencillamente podría ser la única forma de gestionar una emoción del presente para lo cual no se dispone de otros recursos.
De este modo, al mejorar la relación con la comida, la persona podría reconectar con emociones, pensamientos y sentimientos desagradables que quizás no sea capaz de soportar, comprender y utilizar. Cuando esto ocurre, se acrecienta significativamente el riesgo de recaer en adicciones del pasado, exacerbar las vigentes o caer en nuevas conductas adictivas (tabaquismo, alcoholismo, ludopatía…).
Mejorar la relación con la comida: ¿cómo podemos evitar que se reactiven o exacerben las adicciones?
De acuerdo con lo anterior, al trabajar la relación con la comida resulta fundamental considerar el riesgo adictivo y cualquier otro que pudiera derivarse sobre la salud mental. Así, el enfoque terapéutico no sólo debe centrarse en la relación con la comida, sino también en:
- Aceptar la función movilizadora del malestar y mejorar capacidad para tolerarlo
- Minimizar estímulos artificialmente dopaminérgicos (tabaco, alcohol, redes sociales, teléfono…) y optar por estímulos serotoninérgicos (paseo, naturaleza, autocuidado, música…) para resetear el sistema de recompensa
- Revisar la biografía para comprender los traumas que explican el malestar
- Identificar otros reguladores emocionales eficaces
- Acompañar, dar seguimiento y ofrecer recursos en aras de prevenir o gestionar la conducta adictiva