No hay un único cuerpo saludable. La estética de la salud no existe porque el ideal de belleza surge a partir de criterios que nada tienen que ver con ella. Orientar el estilo de vida hacia el logro de una corporalidad determinada no es cuidarse puesto que la salud no resulta de una imagen.
El ideal de belleza se gesta alrededor de intereses económicos, políticos y sociales, pero no surge a partir de un consenso de salud. La vinculación entre la belleza y la salud es intencionada y busca incrementar el deseo de las personas por conseguir la primera, al mismo tiempo que la segunda les ofrece una justificación moralmente aceptada.
El vínculo belleza-salud busca incrementar el deseo de las personas por lograr la estética idealizada bajo una justificación que moralmente es mejor aceptada
Si la estética de la salud no existe, ¿cómo se construye el ideal de belleza?
El ideal de belleza es dinámico, pues varía según el contexto social y cultural característico de cada momento histórico. En cualquier caso, siempre se sostiene sobre 5 ejes fundamentales: la economía, la moda, el género, la política y la religión.
Intereses económicos
El ideal estético lo decide, en gran medida, la Industria que más dinero tiene y que mayor beneficio puede obtener de él. Una vez construido, se introduce en la sociedad mediante campañas de publicidad que lo vinculan con la salud, la inteligencia, el éxito y el poder, entre otros. Con el tiempo, las propias personas se convierten en sus principales cómplices y transmisores.
¿Alguna vez has pensado cómo se ha modificado el estándar de labio en tan solo unos años? ¿Y qué hay de las fluctuaciones en el ideal de belleza corporal? ¿A qué crees que responden estos cambios?
La moda
La industria de la moda utiliza criterios fundamentalmente artísticos. Se toma el cuerpo como cosa o herramienta a través de la cual transmitir una idea determinada que, generalmente, pretende ser extrema, exclusiva o alternativa en un intento de provocar.
Las creaciones artísticas no deberían tomarse como representación de la salud, sino todo lo contrario. Habitualmente, en el arte y la moda se utilizan las corporalidades que más se alejan del cuidado de la salud, en tanto que, de lo contrario, no generarían la provocación deseada.
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Estereotipos de género
La sociedad sigue vinculando al hombre con la fuerza y el poder, al mismo tiempo que relaciona a la mujer con la delicadeza y la fragilidad. Así, dado que el cuerpo es el medio por el cual las personas se expresan hacia el exterior, se tiende a buscar que la corporalidad refleje las construcciones de género asociadas.
Ascetismo
El ascetismo, o la idea del sufrimiento como virtud, surge de determinados preceptos culturales, espirituales y religiosos, pero no tiene nada que ver con la salud.
El entendimiento del sacrificio como vehículo hacia lo virtuoso provoca que la estética idealizada sea aquella que es más difícil de conseguir. Así, en función del grado de congruencia con el ideal de belleza, la imagen corporal se convierte en el reflejo de valores que son socialmente aceptados (autocontrol, la tolerancia al dolor, la perseverancia o la fuerza de voluntad) o rechazados (placer, el descanso, la holgazanería o la debilidad).
Techo de cristal
Algunas teorías sugieren que la existencia de un ideal estético único constituye una de las principales formas de perpetuar la hegemonía social del hombre blanco heterosexual de clase media-alta. De hecho, la exigencia estética es especialmente rígida e inalcanzable entre las mujeres, las personas racializadas y la comunidad LGTBIQ+.
El mito de la belleza actúa como obstáculo. Mientras nos preocupamos por conseguir una estética que nos promete el éxito, la inteligencia y el poder, dejamos de ocuparnos en aquellas áreas que sí determinan el desarrollo personal, profesional y social y la salud. Además, la inseguridad que genera no representar la estética idealizada también actuaría como obstáculo del progreso.
El mito de la estética de la salud como obstáculo hacia el verdadero autocuidado
Atribuir salud a una única imagen corporal constituye uno de los principales obstáculos hacia el verdadero autocuidado. La presión estética que percibimos como resultado de la atribución de un sinfín de valores positivos a una única figura corporal (salud, éxito, inteligencia, poder, elegancia, atractivo sexual…) hace que dejemos de tomar decisiones a favor de nuestra salud para actuar exclusivamente en pro del cuerpo idealizado.
Reaprender a cuidarse pasa necesariamente por desmontar el mito de la estética de la salud.
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