Desde que se hicieran públicos los efectos nocivos del azúcar (diabetes mellitus secundaria a resistencia a la insulina, obesidad por predominio de la adipogénesis, depresión relacionada con resistencia a la dopamina, inflamación del hígado por sobrecarga de la función hepática, deficiencia de vitaminas y minerales…), descubrir cuál de los edulcorantes es su sustituto más saludable se ha convertido en uno de los retos alimentarios más temidos.
En los últimos años, la falta de claridad al respecto ha hecho que seleccionar el edulcorante ideal haya pasado a ser una verdadera odisea.
Edulcorantes artificiales
Cuando llegaron los edulcorantes artificiales, estos parecieron ser una opción excepcional. Sin embargo, tiempo después tu vecina del cuarto te diría que había escuchado que provocaban cáncer o que eran incluso peor que el azúcar.
La estevia, un edulcorante acalórico y natural
Hace no demasiado apareció la estevia, un edulcorante natural que gozó de gran aceptación por la mayor parte de los consumidores. Pese a que su boom comercial es reciente, ya hay quien se posiciona en contra debido, en parte, a su menor seguridad de consumo. Se trata del edulcorante con la dosis de consumo máximo permitido más baja.
Sirope de ágave
La última moda ha sido protagonizada por el sirope de ágave que, por supuesto, ya tiene su club de no-fans.
La miel, un edulcorante tradicional
En toda esa guerrilla, la miel no ha dejado de aparecer. No obstante, está claro que no es una buena opción para consumir habitualmente. Su índice glucémico es elevado y su riqueza en fructosa libre le otorga numerosos inconvenientes.
El único órgano capaz de metabolizar la fructosa es el hígado (la glucosa puede ser metabolizada por todas las células de nuestro cuerpo) y, por tanto, podría resultarle fácil saturarlo. Además, su tendencia para transformarse en grasa es mayor a la de la glucosa. Esto aumenta el riesgo de desarrollar lo que se conoce como hígado graso.
Edulcorantes y seguridad
A lo largo de su historia, varios estudios han relacionado a cada edulcorante con todo tipo de enfermedades cuyo representante principal ha sido el cáncer. Al respecto, déjame decirte que estudios posteriores han desmentido tales asociaciones. Al parecer, aunque se encontró nocividad en ratas, esta no pudo atribuirse al consumo de edulcorantes en humanos. Esto fue debido a que los primeros investigadores cometieron toda clase de errores metodológicos.
Los edulcorantes que encontramos en el mercado (aspartamo, ciclamato, sacarina, acesulfamo dipotásico, estevia…) han sido admitidos por la FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos), la EFSA (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria) y la OMS (Organización Mundial de la Salud).
¡Ojo! El aspartamo puede tener graves consecuencias sobre personas con fenilcetonuria, pero esto no se debe a la nocividad del producto sino a que contiene fenilalanina (aminoácido esencial) y estas personas no pueden metabolizarla.
Edulcorantes y síndrome metabólico
Actualmente, el consumo de edulcorantes se relaciona con el denominado síndrome metabólico (hipertensión arterial, hipertrigliceridemia -niveles altos de triglicéridos-, diabetes mellitus, bajos niveles de proteína HDL -“colesterol bueno”-, exceso de grasa alrededor de la cintura…). Las causas de dicha asociación te las cuento en mi artículo “Edulcorantes contra la obesidad: ¿mito o realidad?”.
Mi recomendación
Los edulcorantes químicos no son una buena alternativa para evitar el sobrepeso, la obesidad y la diabetes. La estevia ya ha entrado en ese ambiente controvertido. El sirope de ágave se ha hecho tan famoso que ha perdido calidad.
Hoy por hoy, considero que la mejor opción es el azúcar de coco debido a su bajo índice glucémico, su equilibrio entre glucosa y fructosa y la naturalidad de la que actualmente goza. Obviamente, para evitar una gran carga glucémica, su consumo siempre deberá ser moderado. La panela también podría ser una buena alternativa por presentar unas características similares.
En este punto, me gustaría dejar claro que en ningún caso mi recomendación se basa en el contenido de vitaminas y minerales del producto, dado que sería necesario un consumo tan elevado que se haría tan perjudicial como el azúcar sobre el entorno metabólico.
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